La piscina de un pueblo pequeño es visita obligada de sus habitantes. De la mañana a la noche desfilan cuerpos de todas las edades para practicar o aprender a nadar. Pareciera un acto mecánico, rutinario; sin embargo, la voz oculta detrás de cada bañista emerge y accedemos a su intimidad, habitada por sueños, recuerdos y ocupaciones diarias. En la noche, el espacio vacío, silencioso, y la certeza de haber asistido a un fragmento de la existencia.
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