Ella despierta lentamente, con una sensación confundida entre la caricia de su esposo y el sonido de la radio. Un instante después se pone en pie, ordena un poco la casa, se baña, desayuna y sale hacia el trabajo. Por la tarde regresa, prepara la cena y despierta a su compañero. Él la ayuda en algunos quehaceres, se baña, come y sale a trabajar. La historia es sencilla y demasiado común. Como ellos, miles de parejas se cruzan brevemente y se alejan día a día. En palabras de Lichtenberg, al llegar a sus casas “no duermen para soñar, sino para descansar de la vida”.
¿Cómo contar esta historia de amor sofocada bajo el peso de lo cotidiano? ¿Es posible transformarla en un texto que exprese a la vez el silencio y la separación, la ausencia y el tedio? ¿Cómo enfrentar un relato necesariamente reposado y contemplativo, desprovisto de los giros dramáticos convencionales? ¿Es posible un cortometraje conformado por trayectos similares, idas y venidas, aplazamientos y esperas? ¿Cómo expresar los interminables trabajos de Sísifo? ¿Es posible?
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