Justo cuando Ataulfo Casado comenzaba a consolidar su carrera como pintor y copista en el Museo del Prado, una enfermedad degenerativa lo dejó ciego. Tras pasar más de una década con depresión y en soledad alejado de los pinceles, a sus 52 años, se dijo: ¿Y por qué no voy a poder pintar?
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